jueves, 18 de enero de 2007

Patagonia





Ajetreo infernal. Listas en mi libreta con un tendal de cosas por terminar, otras más flotando en mi mente que enumera lo que no debe quedar pendiente en mi trabajo. Este es mi estado previo a partir de vacaciones, una sensación muy parecida a la que tengo durante Navidad y el Año Nuevo, cuando todo pareciera indicar que el mundo se acaba.
Una vez más, mis andanzas me llevarán a tierras patagónicas. Como un imán potente, ellas hacen que mis últimos viajes no tengan otro destino posible. Y eso me alegra.

Una primera etapa me llevará a 1500 kilómetros de Buenos Aires, a una playa en la provincia del Chubut. Emularé aquí al entrañable Jack camino a Riverton para el primer encuentro después de cuatro años porque estaré pisando el acelerador a fondo para llegar a ver a mis sobrinos antes de que partan de regreso al día siguiente a mi llegada.

Chubut, como toda la Patagonia, es tierra de extensiones enormes, estepas desoladas, montañas, valles y costas escarpadas, ríos sinuosos, fauna única, tradiciones que son una mezcla de influencia indígena y colonización Galesa, Española e Italiana. Es tierra que dejó una marca inexorable que este vaquero atesora orgulloso. Marca que es aleación de amor de abuelos, viento indomable, cielos diáfanos e inabarcables, silencio audible, berrido de ovejas y relincho de caballos, mar de azul incomensurable, sol despiadado y melancólico, amistad de niños, perros, conejos y teros, tazones de café con leche y mermelada de damascos, entre tanto más. Esta tierra es parte de mi como pocas otras cosas, y, curiosamente, valoré este aspecto ya de grande...

El segundo tramo de mi viaje me encontrará conduciendo 1300 kilómetros más al sur aún. Dejaré atrás la costa para dirigirme rumbo a los Andes en la provincia de Santa Cruz. Un pueblo muy pequeño a los pies del monumental cerro Fitz Roy me espera, para que ande por sus senderos, montañas, bosques, glaciares y lagos.

Mi Vaquero y un amigo me acompañarán en esta aventura que se viene pergeñando desde hace unas semanas y que comienza este mismo sábado.

Espero que mar y montaña me den el tiempo que la ciudad se empeña en arrebatarme para que pueda seguir expresando en palabras el espíritu heredado y que no se desvanece.

Trataré de alimentar esta hoguera con reportes de este anhelado viaje tan frecuentemente como me sea posible.


Hasta pronto, Vaqueros Amigos.

martes, 9 de enero de 2007

Gracias


Jamás se me hubiese ocurrido pensar en un blog propio si no hubiese sido por la fuente de inspiración que ha sido cada una de las casas, ranchos, hogueras y tiendas de campaña que llevo visitando desde el ahora lejano febrero de 2006.
Los he leído en silencio escapando de mis obligaciones diarias con deleite, representaron mi refugio y mi conexión constante con esa montaña remota de nombre difícil de pronunciar y esos dos desventurados vaqueros. Encarnaron para mi el invisible para muchos, borroso para algunos y claro para pocos legado de su historia en palabras a las que debía volver una y otra vez. Y que me dejaban pensando, sonriendo y lagrimeando en muchas ocasiones.
A partir de allí no cabía duda de que debía formar parte de ese velado mundo cuanto antes. Para honrar la historia de Jack y Ennis, para enaltecer el buen amor, para compartir con otros que sentían como yo. Así nació Jack fucking Twist, este alias que quien escribe decidió acortar en un par de letras, no para simplificar nada porque de hecho no lo simplifica, sino de jodido que es nada más... además de soñador, claro.
Entonces, con ese nombre indisimulable quise ser también heredero de ese espíritu lleno de energía y cargado de palabras y poesía arrolladora y natural que intenta poner un poco de serenidad, belleza y esperanza en este mundo de corazones aislados y desconfiados, y así formar parte orgullosa de una incipiente comunidad de hermanados corazones inspirados y comprensivos.
Por eso, Gracias Eternas por el inmenso afecto y el aliento que brota de sus comentarios, Ana en Brokeback, Ana al Sur del Mundo, Un ángel, Milady, VerodelaSerna, Hermes, Mountain, Rosa de Fuego, Juan Carlos, Pon, Mar del Norte, Jusepetwist, Solo Max, Devezencuando, Nuestro1963...

Y Gracias también a Alas del Mar, El Puto Jack Twist, Eli del Mar, Charles Ryder, Abel Bea y muchos otros por escribir para emocionar.



A todos, aquí los espero.
De todo corazón.

miércoles, 3 de enero de 2007

Bienvenidos


2006 se ha ido y con él un 11 de febrero que marcó un nítido y convulsionado después en los días que siguieron. Ese fue el día en que vi Secreto en la Montaña por primera vez, y también el día en que todo un proceso emocional incontrolable comenzó a gestarse. Enmudecí, me volví taciturno y reflexivo como no lo había hecho desde hacía tiempo. Comencé a ver el mundo de una manera extraña, lejana y algo ajena. Me encontré cercado y obsesionado por imágenes, voces y música que no se apartaban de mí aunque me esforzara por ocuparme de otras cosas. Para no ser mirado extrañamente, fingí y dejé de hablar de la película. Pero dentro mío había sed, ansiosa sed de saber qué misterio encerraba esa historia que volvía a mi constantemente, como un encantamiento, o un hechizo. Decidido a desentrañarlo, a los pocos días estaba nuevamente sentado en el hall del cine, con el corazón palpitante y el espíritu sereno. La función anterior justo finalizaba, mis ojos estudiaron el semblante de los que salían. Quería, como Ennis, saber si no era el único, comprobar si lo que me sucedía, le sucedía a alguien más o era sólo que estaba por enloquecer, o algo parecido. Una punzada me sacudió cuando ví que la última en dejar la sala era mi propia madre. Finalmente me había hecho caso y había visto MI película... El pudor me invadió al ser descubierto a punto de verla por segunda vez, tontamente me sentía realizando una suerte de actividad clandestina que nadie podía entender ni compartir, hasta ese momento, claro. Así y todo, sentado ya en mi butaca sonreí, el gesto de mi mamá me había conmovido e inundado de ternura.
Un poco más tranquilo ya, volví a casa, a oscuras me senté a contemplar la vista que me ofrecía una ciudad en calma bajo un cielo estrellado mientras los acordes de esa maravillosa guitarra me transportaban a la montaña Brokeback. Las lágrimas por fin surgían, liberadoras. Lloré por ellos, y por todos.
Tanto le hablé a mi gran amigo llegado de la patagonia que surgió de él verla y así la compartimos, con el tiempo justo, porque partía esa misma tarde. Antes de la partida, hubo el momento para una conversación íntima, cálida.
No contento con todo eso, y muy fiel a mi mismo, continué recomendándola y compartiéndola, con aquellos elegidos que iban a saber verla.
Incansable, perseverante, navegué la web buscando pares en todo esto. La página oficial del film, con los testimonios de tantos Jack y Ennis, foros de cine, donde entablé alguna encarnizada discusión, otros sitios, y finalmente, La Hoguera. Y con eso, la alegría inmensa de no ser el único, sino uno más entre cientos, o miles, que hechizados como yo, y más, con mirada aguzada habían analizado cada fotograma y me permitieron reparar en tantos detalles que a mi, aún después de haberla visto y vivido varias veces, se me habían pasado por alto. Cuántos anónimos también compartían su angustia, su desesperanza, sus miedos, deseos y anhelos, descubrían alguien nuevo en sí mismos, o le daban, por fin, alas para que remontase vuelo y fuese libre. Con tantos me encariñé y compartí sus escritos...
Y luego, los blogs, con esos posts de tanta poesía y sentimiento, que inspiraron y motivaron a este pichón de escritor que, como ellos, a casi un año de esa fecha tan significativa y singular, derrama palabras en el suyo propio que intenten expresar, sutil o intensamente, el espíritu de una película llamada Brokeback Mountain.
Sean todos bienvenidos a compartirlo.