martes, 12 de agosto de 2008

El Mundo es Maravilloso




Las noticias desalientan. Asustan en muchos aspectos. Las calles en las grandes ciudades intimidan. Hay que estar alerta constantemente. Tener cuidado, evitar lugares oscuros. Billeteras, teléfonos celulares ocultos. Escatimar la información acerca de nuestras actividades y movimientos. El otro es un posible agresor, mejor desconfiar, siempre. Quien escribe estas líneas vive frente a una de las plazas más importantes de la ciudad. La escultura del pensador de Rodin, sigue ajena a los grafitis que intentan decorar su pedestal pero parece más sombría. Palomas de cuello pivotante deambulan por entre papeles, excrementos, envases y suciedad de larga data. El césped hace tiempo abandonó los retazos de tierra dura protegidos por una cerca poco útil. Es una muestra, no es todo. Pero aún así, un mundo indiferente y cruel parece reinar ante los ojos de un vaquero abrumado que no quiere rendirse a pensar que las cosas deban ser así. Para él el mundo puede ser maravilloso. Puede serlo.
Dicen que la vida es lo que haces de ella, al fin y al cabo.






Miguel Ángel Buonarrotti fue uno de los artistas más grandes del Renacimiento italiano. Es casi imposible encontrar las palabras adecuadas para describir su genialidad, su maestría en todo lo que hizo. Para este vaquero embelesado con su obra, él fue la mano de Dios. ¿Cómo explicar, si no, la capilla Sistina, el David, la Piedad? Dedicado por entero al arte, trabajó con fruición incansable desde muy pequeño. Cada día de su vida. Lo consideraba su misión. Y se entregó a ella. En la madurez de su talento, apenas si dormía o se alimentaba. Sentía que perdía tiempo si lo hacía. Sus manos dibujaban, pintaban, esculpían belleza. Sentía el mármol, lo conocía, detectaba las formas que la naturaleza ya había impreso en sus vetas. Fue odiado, castigado, injuriado, prohibido por ello. Objeto de pujas religiosas y políticas. Y amado también, incondicionalmente.



Jamás llegó a ser rico. Poco lo doblegó realmente. Aún convertido en un manojo de piel y huesos, nunca sus manos dejaron de estrechar el pincel ni el cincel. Ni siquiera cuando caprichos papales y reales arreciaban, o cuando pestes y plagas azotaban Florencia y Roma y lo hacían interrumpir su obra. Ese espíritu indómito no lo abandonó sino hasta pasados los ochenta años de edad.






El mundo era distinto en el siglo XVI. ¿Lo era realmente? La naturaleza humana no ha cambiado demasiado, a entender de este vaquero. Es en momentos como éste, cuando es para él sanador recordar que el mundo es maravilloso, aún a pesar de la raza humana. Que hay amor, bondad, belleza, abundancia. Que uno puede apropiárselas y actuar bajo su mando. Que hubo una vez alguien como Miguel Ángel, cuya obra incomparable, aún quinientos años más tarde, conmueve hasta las lágrimas. Prueba, para él, de que todos, cada uno a su manera, desde su humilde puesto en este mundo, podemos elevarnos, y construir y acercarnos un poco más, a Dios.
Pero eso, sólo si queremos.

Fotos: www. google.com

7 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Un amanecer o un atardecer?
En cualquier caso,
un abrazo muy fuerte, mi querido Walt.

Marga dijo...

Hermosa manera de regresar vaquero!!!

Ya se te echaba de menos.

Un besote enorme.

pon dijo...

Cuando Miguel Angel Buonarotti murió, estaba esculpiendo los "Esclavos". No se sabe muy bien si eran un encargo o los esculpía por placer, porque no los terminó. Dos dias antes de su muerte estaba esculpiendo y se sintió mal, pero no se fue a su casa, siguió esculpiendo mientras tuvo luz sifucuente. Murió dos dias después dando instrucciones a sus aprendices para cuando volviera al taller.

Miguel Angel es uno de esos milagros que a veces se producen en la Humanidad, eso que, cuando parece que nada tiene remedio y los humanos estamos condenados al absurdo, la estupidez y la inconsciencia, nos devuelve la fe y la alegría. Solo nos queda agradecer el poder contemplar su obra.

Mil besos JFKT.

Marga dijo...

¿qué le pasa al cielo?

¿o es mi ordenata?

Besitos

El César del Coctel dijo...

Hola Vaquero, qué bueno ver que estás de regreso y que en tu casa cambian algunos detalles de la decoración. Volveré pronto a leerte.

Abrazos

Arquitecturibe dijo...

Para mi la piedad es unica... fabulosa... intima... es una imagen verdadera de una madre verdadera...
lei en alguna parte que Miguel Angel decia que ella siempre existio en la piedra... que él solo había quitado el marmol que sobraba... Magistral
Gracias.
Besos desde mi lejana galaxia

Rosa dijo...

Admiro la obra de Miguel Angel, su genialidad; la pasión con la que vivía, misma que lo llevaba a trabajar sin descanso. Un hombre al que le cautiva cualquier virtud que hiciera que alguien sobresaliera, que era servidor de la belleza; por ello un rostro hermoso era su dicha y su perdición.