Amarillo, Texas, junio de 1964
La metálica voz que provenía de los altoparlantes arengaba a vivar a "Storm" De Laureo de una manera en que lo único inteligible era su nombre. Banderines de colores chillones se mecían alocados anudados a cuerdas blancas dispuestas en ángulos. Avanzaba a través de ellos a un paso que no coincidía con el agitado galope de las patas de su caballo. Su brazo libre luchaba por apartarlos, convencido que de no hacerlo lo lastimarían como botellas con el pico partido. Muros de fardos de alfalfa seca y amarillenta trazaban un recorrido en línea recta que súbitamente comenzó a sacudirse con violencia. Las riendas se convirtieron en cabello, en mechones suaves que de sólo tirar quedaban en sus manos. Ya no montaba su caballo, sino que penetraba con violencia a alguien que le daba la espalda. El escenario se transformó en una arena de rodeos semioscura y circular en donde una multitud de gente que creía conocer lo observaba y lo señalaba con severidad. Entre todos ellos, un peón de campo sonreía con lascivia y su alazán sonreía burlonamente mostrando unos dientes grandes y amarillos y luego escupía el piso con disgusto y tomaba la forma de su padre. Curiosamente, toda la escena le resultaba placentera hasta que, sobresaltado bajó la mirada y observó que al cuerpo que seguía penetrando con frenesí le faltaba la cabeza.
Abrió los ojos aterrorizado y empapado en sudor. Podía oir los batientes latidos de su corazón mientras recuperaba el aliento. Uno de sus brazos estaba adormecido, pero consiguió salir de la cama y tras chocar contra la esquina de la pared llegar al cuarto de baño, que pareció encontrarse a millas de distancia.
Abrió los ojos aterrorizado y empapado en sudor. Podía oir los batientes latidos de su corazón mientras recuperaba el aliento. Uno de sus brazos estaba adormecido, pero consiguió salir de la cama y tras chocar contra la esquina de la pared llegar al cuarto de baño, que pareció encontrarse a millas de distancia.
Bonnie Clarkson apartó el mechón de pelo que cubría su rostro y con un ojo echó un rápido vistazo al reloj. Tres y veinte de la madrugada. El sonido de fuertes arcadas la despabiló por completo, recordándole qué la había despertado. Saltó de la cama y caminó hasta el cuarto de baño.
- Al... Alllie, amor, estás bien? - Habló a través de la puerta entornada.
De Laureo la cerró de un manotazo. Jadeaba inclinado sobre el retrete, con la cara enrojecida.
- Vete a dormir! - le espetó. - No me ocurre nada.
- Por qué no dejas que te vea, yo...
- Que te vayas, déjame en paz, Bon, no hagas que me enoje!
Maldiciéndolo en silencio, volvió a la cama. Allistair De Laureo era a veces demasiado para Bonnie. Ya tenía suficiente con su frecuente mal genio, y ahora se sumaba esto. Su vida con él extrañamente se había ido alejando de la idea que tenía de lo que era estar junto a un cowboy de verdad. No podía precisar cuándo habían comenzado los problemas, ni por qué, pero la tranquilizaba que ella no tuviese que ver con todo eso, o al menos eso creía. En algún momento había fantaseado tratando de buscar la razón de los constantes malestares que noche por medio aquejaban a Al, de la infranqueable distancia que crecía con cada día. Sólo había conseguido fastidiarlo, o que la tratara con más hosquedad. Entonces supuso que los rodeos, al llenarse de nuevos concursantes cada vez, se habían vuelto cada vez más exigentes, y eso lo tendría a mal traer, como le ocurriría a cualquiera. Aunque hasta el momento, el sitial de Al De Laureo como rey de los rodeos texanos, permaneciera intacto, y seguramente fuese esa la razón por la que aún lo admiraba y amaba. Cuando lo conoció había pensado, satisfecha, que semejante título incluía también al rey de las alcobas del estado. Error. Como muchos otros que había cometido por su tendencia a colocar a ciertas personas en un pedestal. Al no había resultado, en ese aspecto, el que parecía. Jamás se le hubiese ocurrido siquiera tratar el tema, pero cuando comenzó a ausentarse algunas noches, se inquietó seriamente. Por casualidad, en esos días, alguien en el salón de belleza había mencionado la teoría, surgida de algún periódico nacional, de que la montura podía producir problemas en los genitales. Ella había fingido continuar con la lectura de su revista hundiendo la cabeza entre las páginas, mientras no se perdía palabra, sin dejar de pestañear nerviosamente. Había concluido que debía de ser así sin duda, con tanta sacudida, tanto rebote y roce sobre algo tan duro. Algún tiempo después se había atrevido a hablar de ello con su madre, quien en lugar de arriesgar alguna respuesta le había dicho, con rabia y firmeza inusitadas, que se conformara, y callara, que en la vida difícilmente una mujer pudiera conseguir algo de un hombre, y que lo que ella había obtenido era más que suficiente, o no se había dado cuenta acaso que la mayoría de las chicas de la ciudad, por no decir del estado, la envidiaban con furia? Su madre no había conseguido dejarla satisfecha, pero al menos por un tiempo desechó de su mente todo lo que tuviera que ver con el asunto. Y entonces llegaron las pesadillas en medio de la madrugada, cuando los gritos despavoridos de Al la despertaron muerta de miedo. Y luego aquellas otras noches, en las que Al profería quejidos lastimosos que aumentaban en intensidad hasta convertirse en un llanto desolador. De esos sueños no despertaba, sino que se calmaba de a poco, hasta que volvía a dormirse profundamente. Entonces lo interrogaba por la mañana y Al le contestaba que no sabía de qué diablos le estaba hablando. De repente había conocido un nuevo Al, que no tenía nada que ver con el cowboy de rodeo temperamental y seguro de sí mismo que ella y todo el mundo creía conocer. Decididamente, había una zona de su hombre que ignoraba, a la que estaba segura que no tendría acceso jamás. No era tan malo después de todo, se tranquilizaba repitiéndose, porque, quién no posee algún secreto guardado en esta vida?
Sus cavilaciones la fueron sumiendo en una plácida somnolencia, que fue frenada bruscamente cuando sintió todo el peso de Al desplomándose sobre ella. Enseguida sus grandes manos la voltearon, levantaron su cadera, arrancaron su braga y separaron sus largas piernas. La penetró con ferocidad tal que no pudo evitar lanzar un chillido agudo.
- Shhh, shhh, Bon, mi amor... - Se inclinó sobre ella y le susurró con voz ronca. Una oleada de aliento pestilente la obligó a torcer la cabeza en una mueca de rechazo. Sintió los labios húmedos de él recorrer su cuello y pecho, trató de reprimir el asco que le causaba el fuerte olor tironeando para liberarse de la presión, pero no lo consiguió. Al continuaba meciéndose con frenesí en movimientos cortos y profundos, sus dedos cubrieron sus pechos acariciándola con suavidad y delicadeza protectoras. Poco a poco su resistencia fue cediendo hasta convertirse en un creciente arrobamiento, entonces dócilmente apoyó sus manos sobre las de él, con la lengua recorrió el contorno de sus propios labios, los mordió, y, dejándose llevar, comenzó a acompañar el plácido vaivén meciendo su cadera. En ese preciso instante los ojos de Al se abrieron, enfrentándose al rostro ensimismado de su chica y al manso contoneo de su cuerpo pálido como la nieve aún en la débil luz que provenía del baño. Permaneció así, absorto, contemplando un goce que se volvió ajeno y decepcionante, ahora inmóvil, mientras Bonnie no dejaba de menearse contra su pelvis. No tardó en darse cuenta de que su miembro había perdido toda rigidez, así que se puso de pie y sin decir palabra se calzó los pantalones y su sombrero y, descalzo, bajó a la galería. Se sentó en los escalones de la entrada, prendió un cigarrillo, dio una larga pitada, inspiró profundamente y despidió el humo por su nariz pensando en qué clase de novatos e imbéciles lo enfrentarían en el rodeo que tendría lugar en pocos días más.
Bonnie lo observaba desconcertada, completamente desnuda, desde la ventana, temblando ligeramente.
Bonnie lo observaba desconcertada, completamente desnuda, desde la ventana, temblando ligeramente.
6 comentarios:
Tercer capítulo!!! Ya te imprimí y te llevo conmigo... luego regreso con mis palabras para vos...
Te quiero mucho JFT!
Triste la vida de Bonnie...
El relato en sí ya es triste, pero de una belleza que no sabría describir...
A esperar...
Un beso
El relato... te deja con hambre de continuación... tendrás que meterle pata si no querés que te hagamos un piquete!!!
La forma... E X C E L E N T E!!!
Bravo Vaquero, con sutileza, nada detiene el ritmo y eso es fantástico... ahora... a´lante guapo!
Un BESO ASI DE GRANDE!
Tu Hada Vaquera
Pues triste es la vida de Bonnie pero más lo es la de Al. Dos vidas dentro del mismo cuerpo, una siguiendo los patrones de la razón, la otra lo que marca ese órgano tonto que es el corazón.
Esta faceta tuya de escritor me gusta muchísimo vaquero. A ver el cuarto capítulo!
Un beso grande
Feliocitacioines, recien enstoy entrando a conocer la historia pero se ve buena.
saludos.
Empecé un poco tarde, pero ya me ha enganchado.
Estupendo relato amigo.
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